Seguramente,
Mahón es la ciudad que más he caminado después de Barcelona. Como ciudad
mediterránea, su relación con el mar y el agua es muy estrecha. Ni buena ni
mala. Estrecha. Se asienta sobre el segundo puerto natural más grande de
Europa. El mar penetra en la tierra unos 5Km. Dos caras_el núcleo urbano propiamente dicho se sitúa en la cara
sur del puerto. Al ser un puerto tan grande, la mirada hacia el horizonte nunca
coincide con el mar, sino que siempre aparece la otra orilla como imagen en el
ojo del espectador. El agua se percibe más como una calle transitada por
barcos, y no como una extensión infinita (de costa a costa de haber 500m). Sin
embargo, estas dos caras son absolutamente asimétricas. La ciudad, a excepción
de pequeñas piezas dispersas, nunca ha saltado la otra orilla, de forma que el
paisaje ha permanecido prácticamente inalterado desde hace siglos. Dos tiempos_La relación con el agua
nunca ha sido siempre la misma. Mahón tiene una posición elevada sobre el mar.
El límite entre mar y tierra es casi siempre un acantilado, de manera que el
contacto directo con el agua se producía en algunos puntos donde se descendía
entre 5 y 15m a través de rampas y escaleras. Obviamente, el mar era un medio
de subsistencia, pero la ciudad en sí vivía de espaldas a él y, excepto estos
lugares puntuales de descenso la línea de costa era un espacio residual. Un
proceso parecido al que vivió la ciudad de Barcelona, donde la costa estaba
prácticamente deshabitada, salvo algún gremio de pescadores humildes y
asentamientos en barracas. Durante el siglo XX, a raíz del boom turístico y la
extensión de la ciudad extramuros, Barcelona se abre al mar y se urbaniza todo
el frente marítimo. Dos momentos_En
Mahón se construye una plataforma a nivel del agua que recorre prácticamente la
totalidad del puerto uniendo todos aquellos puntos de descenso. Ahora, el
turista puede caminar por todo el perímetro de Mahón entre el agua y comercios
de todo tipo, siempre con la otra cara del puerto como paisaje.
la otra cara del puerto