dilluns, 27 de maig del 2013

Puentes S. VS Barrios B.


      Las formas de crecimiento de la ciudad más significativas se generan desde las componentes culturales, que las personalizan y dotan de interés. Están ligadas al conocimiento histórico que las construyeron y deben sintetizarse en la comprensión de su estructura formal, análisis de su materialidad arquitectónica, interpretación de sus espacios y escenario de vida de sus moradores.
    Territorio y ciudad se interrelacionan en mayor o menor medida en función de la cultura que los habita. El caso de Sevilla es el de una ciudad histórica altamente transformada formal y culturalmente que ha evolucionado drásticamente hacia estructuras más abiertas y occidentales, en el que el río ha sido el motor de dichos cambios.
     Presenta una nueva conciencia, en el que la vida doméstica se abre al exterior, en espacios organizados entre las edificaciones y el espacio colectivo se manifiesta como pequeñas plazas de estancias muy ligadas a la residencia. Surge la aspiración social de composición (fachadas) y se consigue una mayor continuidad estructural, prácticamente ausente en la ciudad musulmana.
     El desarrollo de nuevos barrios se produce previamente al desarrollo de las infraestructuras por lo que los nuevos ensanches están aislados, como es el caso de Los Remedios. Aparecen nuevas construcciones en las márgenes del río.
     La vida de Sevilla como ya se comento en el anterior texto, siempre ha estado muy ligada a la vida del río y sus zonas transitables es por esto por lo que me gustaría comentar los principales puentes ya que es un eje vertebrador de los principales barrios y zonas de actuación.

Puente de Barcas, 1171.
La apertura del Puente de Barcas en 1171 desarrolló la socioeconomía de Triana, el Aljarafe y la Sierra Norte de la provincia. El puente fue uno de los símbolos del periodo almohade y contemporáneo del acueducto de los Caños de Carmona, los jardines de la Buhaira y la torre Giralda de la nueva Mezquita. Luego, durante la Sevilla Alfonsina, siglo XIII, y la Sevilla del Imperio, siglos XVI-XVII, volvió a ser testigo del orto y ocaso de la ciudad y su río. Entre 1800 y 1852, último periodo de la vida del puente de barcas.
Puente de Isabel II, 1852.
El Puente de Isabel II, conocido popularmente como de Triana, fue inaugurado el 21 de febrero de 1852, coincidiendo con el  ocaso de una época básica de Sevilla, el renacimiento social, económico y cultural, después de un largo período de decadencia desde que en 1717 se trasladó la Casa de Contratación a Cádiz durante el reinado de Felipe V. Fue construido como sustituto del antiguo Puente de Barcas por los ingenieros Gustavo Steinacher y Ferdinand Bennetot, basándose en el sistema Ponceau al igual que el puente El Carrousel, inaugurado en París en 1834. El Puente de Isabel II fue declarado monumento histórico Nacional en 1976.
Puente de Alfonso XII, 1880.
El Puente de Alfonso XII fue el segundo puente que se construyó en Sevilla en el siglo XIX. De carácter ferroviario comunicaba Sevilla y Huelva y hacía posible la comunicación con la zona suroeste de Andalucía y el sur de Portugal. Este fue inaugurado el 15 de Marzo de 1880.

Pasadera de Agua, 1898.
La Pasadera de agua, conocida popularmente como la Pasadera de Chapina, fue inaugurada el 23 de Abril de 1898. Servía como transporte de las tuberías de abastecimiento de agua y al mismo tiempo como paso peatonal, por lo que tenía una doble funcionalidad.
 El puente de San Telmo
En 1917 el ingeniero de la Jefatura Provincial de Obras Públicas de Sevilla, Antonio Ibarra Miró estudia el emplezamiento de un nuevo puente que permita la utilización de los terrenos de la margen derecha del río como futura zona residencial de calidad y estabelezca un nuevo punto de conexión entre las carreteras del margen derecho.


Actualmente, la idea de habitar se extiende de la vivienda particular a la ciudad, en la que la vida cotidiana se realiza por sus diferentes escenarios. Este concepto liberador, de “puertas abiertas”, es el que ha llevado a la puesta en valor del río como elemento fundamental no sólo de espacio libre, sino de un espacio de calidad, con unas características paisajísticas y sensoriales que ningún otro puede producir.