dimarts, 28 de maig del 2013

ENCUENTROS. Ciutat Vella + Centro do Porto

ENCUENTROS

Sufría un tipo de obsesión estraña por las esquinas...




A modo de explorador enfermizo deambulaba por la ciudad esperando el encuentro. Allí dónde empezaba a agotarse la numeración de una calle para encontrarse con la otra, él ja empezaba a darse prisa. 

A veces cuando andaba acompañado, había de disimular, no fuera que lo tomaran por loco. A él, un hombre serio y socialmente respetado.
Pero, hay cosas que no se pueden esconder. Su gente más allegada en el fondo conocían su verdadera esencia. La suya, la de un verdadero apasionado del enigma, del placer de los descubrimientos.


Adoraba recorrer mundo, en la búsqueda del tesoro perdido. Andar por los lugares más intrépidos del planeta. Cada cruz en el mapa era una soplo de oxigeno para sus pulmones, y, así fue haciéndose mayor. Hasta como toda persona adulta, sentar cabeza y convertirse en una persona sensata y con un gran sentido de la responsabilidad. Así lo hizo; hoy día era un abogado digno y de cierta reputación.

Había conseguido saciar sus ansias de Jacks Costeau con grandes excursiones nocturnas por su ciudad. Recorriendo las calles más extrañas que encontraba en su camino. De esta forma vencía el sedentarismo a partir de cada nueva crucecita que marcaba en el plano de Barcelona. Para cada nueva calle que encontraba se sumaba una victoria en su cursa hacía lo inaudito.

Por este motivo adoraba las esquinas, porque le generaban la adrenalina suficiente de lo inexplorado.  –“¿Conseguiría descubrir un nuevo nombre en la placa del final de aquel callejón? O mejor, sería un lugar sin nomenclatura, totalmente yermo?
Adoraba Ciutat Vella. Dentro de la retícula perfecta que unificaba su ciudad, existía un centro en el corazón de Barcelona con una estructura totalmente laberíntica. Un lugar donde perderse. Andando por la calle de’n Robador, de les Carretes, de l’Aurora, Banys Nous, Sant Honrat… se imaginaba centenares de histories apasionadas. Conservando en la retina todo tipo de instantáneas. Conocía cada cruce de memoria, pero en aquella trama siempre ocurrían cosas diferentes, totalmente surrealistas.
Plano Barcelona de medianos del sXVII
Era fácil entontrartelo en el Fosar de les Moreres. Le encantaba pasarse noches enteras allí, tumbado en la pendiente del suelo, recreaba escenarios pasados, y de esta forma sentía que se reunia con sus antepasados caídos durante el asedio de Barcelona
 de 1714. Viajaba atrás en el tiempo enmarcándose en la Guerra de Sucesión Española.. Parecía que conseguía oír las tropas de FelipeV entrando por la ciudad. Se estremecía sólo de pensarlo. Entonces abría los ojos en un intento desesperado de reencontrarse con el presente.
Imagen histórica del Fosar de les Moreres

Veía un cielo oscuro, en el que no brillaban las estrellas por la contaminación lumínica. Sentía el calor de la cerámica rojiza que desprendía el calor acumulado durante el día. Precisamente fue en 1821 cuando pavimentaron la plaza con la urbanización de cementerios parroquiales. La escenografía de su alrededor no era menos impactante. Los bares en el perímetro de la plaza contrastaban con las piedras centenarias de Santa Maria del Mar.


De noche parecía que tomaban vida propia, la vida de cada persona que participó en construcción del templo. Dicen que todo el barrio de la Rivera participó activamente, entre los cuales descargadores del muelle, o bastaixos de Rivera. Cincuenta años, todo un barrio, involucrado en aquella magnífica obra de arquitectura ( 1329 y 1383)

Imagen actual del Fosar de les Moreres con Santa Maria del Mar de fondo


Contemplaba aquella iglesia gótica completamente fascinado. Le parecía mágico el engaño que transmitía la fachada vista des del exterior, constrastado en el interior con la ligereza y luz de la nave central…


Interior Santa Maria del Mar
Llegado a éste punto de disertación se sacudía el polvo del traje, daba un último vistazo a la plaza y de camino para casa se repetía una vez tras otra “El fossar de les Moreres no s'hi enterra cap traïdor, fins perdent nostres banderes serà l'urna de l'honor”. Nuestros antepasados deberían ser unos grandes idealistas, pensaba.



No obstante había días en los que ya cualquier recorrido le parecía totalmente automatizado. Del gabinete a casa, y de casa al gabinete. No había margen para la improvisación, para las nuevas descubiertas. Se consumía por dentro aniquilando los sueños. Cada vez le resultaba más difícil sorprenderse. Se estaba empezando a aburrir en la ciudad.

Fue en aquel entonces cuadno des del gabinete le propusiero un traslado a la delegación que tenían en Porto. Os podéis imaginar qual fue su reacción. Y es que si Ryainair cobrará por emociones y no por equipaje, su billete habría sido el más caro del mundo.
La primera vez que pisó las calzadas portuguesas por poco se muere de la emoción, allí en medio de la Avenida dos Aliados. Aquellas calles empinadas seguro que llevaban a sitios impracticables, completamente ásperos y estériles! Allí tenía trabajo, y para rato!
Empezó por subir por la rua 31 de Janeiro, com la lengua fuera, saboreando todas las sensaciones. Continuo por Santa Catarina hasta llegar a Praça da Batalha, bajando por la rua da Alegria. Gestionó todo el oxigeno del que disponía en sus pulmones a sus 50 años y subio hasta la Zé (catedral) para culminar en el puente deLuis I. Con aquella panorámica de la ciudad sintió que estaba a punto de llorar. Que vergüenza, a su edad!
Vista de Porto des del puente LuisI

El primer día se fue a dormir a las 5 de la mañana, con las suelas de los mocasines completamente limadas. Por sorpresa fue incapaz de encontrar su casa. Tenía un afinado sentido de la orientación. Esto era buena señal!
Bajando por la rua dos Mártires da Pátria se dio finalmente por vencido.
Se aproximó a un sintecho que andaba completmente ebrio. Casi como él, borracho de emociones. Cogió un cartón se tumbó al ladito del tal Joao, Zé para los amigos. Todo un poeta. 
Mañana por la mañana se levantó de un golpe, como hacia en las madrugadas del Fosar. Sacudió la americana, se abrochó los mocasines y peinó la "clenxa".


Cogió el maletín y dirigiendóse hacia Trindade acabó a un callejón sin salida. Sintió que ya se podía morir allí mismo, era el hombre más feliz del mundo.