ENCUENTROS
Sufría un tipo de obsesión estraña por las esquinas...A modo de explorador enfermizo deambulaba por la ciudad esperando el encuentro. Allí dónde empezaba a agotarse la numeración de una calle para encontrarse con la otra, él ja empezaba a darse prisa.
A veces cuando andaba acompañado, había de disimular,
no fuera que lo tomaran por loco. A él, un hombre serio y socialmente
respetado.
Pero, hay cosas que no se
pueden esconder. Su gente más allegada en el fondo conocían su verdadera
esencia. La suya, la de un verdadero apasionado del enigma, del placer de los
descubrimientos.
Adoraba recorrer mundo, en la búsqueda del tesoro perdido. Andar por los lugares más intrépidos del planeta. Cada cruz en el mapa era una soplo de oxigeno para sus pulmones, y, así fue haciéndose mayor. Hasta como toda persona adulta, sentar cabeza y convertirse en una persona sensata y con un gran sentido de la responsabilidad. Así lo hizo; hoy día era un abogado digno y de cierta reputación.
Había conseguido saciar sus
ansias de Jacks Costeau con grandes excursiones nocturnas por su ciudad.
Recorriendo las calles más extrañas que encontraba en su camino. De esta forma vencía el
sedentarismo a partir de cada nueva crucecita que marcaba en el plano de
Barcelona. Para cada nueva calle que encontraba se sumaba una victoria en su
cursa hacía lo inaudito.
Por este motivo adoraba las
esquinas, porque le generaban la adrenalina suficiente de lo inexplorado. –“¿Conseguiría
descubrir un nuevo nombre en la placa del final de aquel callejón? O mejor,
sería un lugar sin nomenclatura, totalmente yermo?
Adoraba Ciutat Vella. Dentro
de la retícula perfecta que unificaba su ciudad, existía un centro en el
corazón de Barcelona con una estructura totalmente laberíntica. Un lugar donde
perderse. Andando por la calle de’n Robador, de les Carretes, de l’Aurora, Banys
Nous, Sant Honrat… se imaginaba centenares de histories apasionadas.
Conservando en la retina todo tipo de instantáneas. Conocía cada cruce de
memoria, pero en aquella trama siempre ocurrían cosas diferentes, totalmente
surrealistas.
Era fácil entontrartelo en el Fosar de les Moreres. Le encantaba
pasarse noches enteras allí, tumbado en la pendiente del suelo, recreaba
escenarios pasados, y de esta forma sentía que se reunia con sus antepasados caídos durante el asedio de Barcelona de 1714. Viajaba atrás en el tiempo enmarcándose en la Guerra de Sucesión Española.. Parecía que conseguía
oír las tropas de FelipeV entrando por la ciudad. Se estremecía sólo de
pensarlo. Entonces abría los ojos en un intento desesperado de reencontrarse
con el presente.
Plano Barcelona de medianos del sXVII |
Imagen histórica del Fosar de les Moreres |
Veía un cielo oscuro, en el que no brillaban las estrellas por la contaminación lumínica. Sentía el calor de la cerámica
rojiza que desprendía el calor acumulado durante el día. Precisamente
fue en 1821 cuando
pavimentaron la plaza con la urbanización de
cementerios parroquiales. La escenografía de su alrededor no era menos
impactante. Los bares en el perímetro de la plaza contrastaban con las piedras
centenarias de Santa Maria del Mar.
Imagen actual del Fosar de les Moreres con Santa Maria del Mar de fondo |
Contemplaba aquella iglesia gótica completamente
fascinado. Le parecía mágico el engaño que transmitía la fachada vista des del
exterior, constrastado en el interior con la ligereza y luz de la nave central…
Llegado a
éste punto de disertación se sacudía el polvo del traje, daba un último vistazo
a la plaza y de camino para casa se repetía una vez tras otra “El fossar
de les Moreres no s'hi enterra cap traïdor, fins perdent nostres banderes serà
l'urna de l'honor”. Nuestros
antepasados deberían ser unos grandes idealistas, pensaba.
Interior Santa Maria del Mar |
No obstante había días en
los que ya cualquier recorrido le parecía totalmente automatizado. Del gabinete
a casa, y de casa al gabinete. No había margen para la improvisación, para las
nuevas descubiertas. Se consumía por dentro aniquilando los sueños. Cada vez le
resultaba más difícil sorprenderse. Se estaba empezando a aburrir en la ciudad.
Fue en aquel entonces cuadno
des del gabinete le propusiero un traslado a la delegación que tenían en Porto.
Os podéis imaginar qual fue su reacción. Y es que si Ryainair cobrará por
emociones y no por equipaje, su billete habría sido el más caro del mundo.
La primera vez que pisó las
calzadas portuguesas por poco se muere de la emoción, allí en medio de la Avenida dos Aliados. Aquellas calles
empinadas seguro que llevaban a sitios impracticables, completamente ásperos y
estériles! Allí tenía trabajo, y para rato!
Empezó por subir por la rua 31 de Janeiro, com la lengua fuera,
saboreando todas las sensaciones. Continuo
por Santa Catarina hasta llegar a Praça da Batalha, bajando por la rua da Alegria. Gestionó
todo el oxigeno del que disponía en sus pulmones a sus 50 años y subio hasta la
Zé (catedral) para culminar en el puente deLuis I. Con aquella panorámica de
la ciudad sintió que estaba a punto de llorar. Que vergüenza, a su edad!
Vista de Porto des del puente LuisI |
El primer día se fue a
dormir a las 5 de la mañana, con las suelas de los mocasines completamente
limadas. Por sorpresa fue incapaz de encontrar su casa. Tenía un afinado
sentido de la orientación. Esto era buena señal!
Bajando por la rua dos
Mártires da Pátria se dio finalmente por vencido.
Se aproximó a un sintecho que andaba completmente ebrio. Casi como él,
borracho de emociones. Cogió un cartón se tumbó al ladito del tal Joao, Zé para
los amigos. Todo un poeta.
Mañana por la mañana se levantó de un golpe, como
hacia en las madrugadas del Fosar. Sacudió la americana, se
abrochó los mocasines y peinó la "clenxa".
Cogió el maletín y
dirigiendóse hacia Trindade acabó a un
callejón sin salida. Sintió que ya se podía morir allí mismo, era el hombre más feliz del mundo.