Madrid
crece a partir de un asentamiento fortificado musulmán (s IX), en un
emplazamiento estratégico controlando el rio Manzanares. El tejido del casco presenta
un trazado irregular de calles estrechas combinado con un trazado radiocéntrico definido por los caminos
procedentes de las antiguas puertas de la muralla de la ciudad . La
condición de capital del reino ha marcado su desarrollo: muchas de las vías
principales están marcadas por los antiguos recorridos desde las residencias reales en el anterior
alcázar musulmán a las diferentes zonas de caza de los monarcas (Retiro, Casa
de Campo, la sierra... ) Durante siglos el crecimiento urbano del pueblo quedó
contenido en el casco (creciendo en altura con la tipología de vivienda en Corralas)
mientras que la nobleza se extendía construyendo palacios en las cercanías de
las residencias reales. Durante el reinado de Carlos III en el siglo XVIII se
trazaron una serie de glorietas y avenidas (el Madrid de los bulevares) con
edificios institucionales y se abrieron al pueblo por primera vez pertenencias
reales como el actual Parque del Retiro.
En el siglo XIX el ayuntamiento junto con
especuladores privados (principalmente el Marqués de Salamanca) comenzaron un
importante proceso de ampliación urbanística, un ensanche al norte y este de la
ciudad, con plano en cuadrícula, mientras que al sur y oeste el trazado era
radiocéntrico con zonas intermedias de cuadrícula . En las zonas que
quedaron en el extrarradio del ensanche aparecieron núcleos
espontáneos de viviendas de autoconstrucción más o menos precarias en las vías
de acceso a la ciudad, tal y como llevaba ocurriendo desde la edad media.
Actualmente,
el casco, los ensanches y el extrarradio de los ensanches están englobados en
lo que se denomina la "almendra central", rodeada por la M-30, el primer
anillo de circunvalación. La política de infraestructuras centralista iniciada
en el franquismo y continuada hasta la actualidad convierte la periferia de
Madrid (exterior a la M-30) en un entramado de autovías, autopistas y vías
férreas radiales que conectan la capital con los principales centros económicos
del estado español, cruzadas por los diversos anillos de circunvalación (M30,
M40, M45, M50...). En los lóbulos entre estas redes de infraestructuras y los
antiguos cascos de los pueblos absorbidos tras la Guerra Civil, se encuentran
hoy en día los barrios periféricos, originados por barrios de chabolas
posteriormente reedificados o por zonas de vivienda social planificada (donde
se instalaban los trabajadores que llegaron masivamente en los años 50-60
procedentes de otros lugares del estado español, principalmente de Andalucía, Castilla
La Mancha y Extremadura) o promociones privadas de especulación urbanística
(desde los años 60-70 a la actualidad). Los espacios intersticiales son
ocupados por la industria y servicios.
La
construcción de estos barrios periféricos para la ubicación del proletariado
que trabaja en la capital se ha conseguido con una inversión en
infraestructuras pagada con dinero público mientras que la plusvalía se la han
repartido los constructores y propietarios del suelo revalorizado. Una vez
puesto en marcha este motor de crecimiento, la especulación inmobiliaria
característica del franquismo no se ha detenido hasta la actualidad, con la
herramienta del planeamiento urbanístico
del PAU (Programa de Actuación Urbanística) . En los 10 años posteriores a la aprobación de
la ley del suelo (1998) con el gobierno de José María Aznar, que permitió
la urbanización masiva de suelo rústico, (incluyendo áreas protegidas)
Madrid aumento su suelo urbanizado en un 49 %. De no haber estallado la
burbuja inmobiliaria, si se hubiera seguido construyendo y ocupando suelo a
este ritmo, el suelo urbanizable se hubiera terminado en 2020. En 2012
han sido declarados ilegales 22 PAUs en la comunidad de Madrid.