Barcelona se sitúa en un pequeño
valle limitado por dos ríos, el mar y una sierra con abundante vida
vegetal. Dicha sierra se ha conservado y sigue existiendo por la
complicación que entraña construir en ella ya que, en la vertiente
de la montaña que da a Barcelona, las pendientes son muy
pronunciadas. Una iniciativa reciente trata de domesticar esos montes
conservando su alma de naturaleza salvaje, básicamente se trata de
transformar la montaña en un parque salvaje a partir de pequeñas
actuaciones.
Zaragoza se sitúa en un valle mucho
más amplio, por cuyo centro pasa el Ebro. La aproximación de la
ciudad hasta las montañas todavía no supone un límite para el
crecimiento urbano, y aunque hay algunas actuaciones recientes, se
parecen más a la forma en que Barcelona se enfrenta al delta del
Llobregat, un humedal algo alejado. Paradógicamente el entorno
natural más semejante son precisamente las zonas húmedas e
inundables del entorno del río Ebro, y las actuaciones que se han
venido realizando tienen un paralelismo evidente.
El río a lo largo de su historia ha
cambiado el curso de su cauce en múltiples ocasiones, sin embargo
las aguas subterráneas no tienden a ir justo por debajo del cauce
principal, sino que ocupan una zona mucho más amplia. Aquellos
lugares que antiguamente eran lecho del río, hoy acogen una
exuberancia vegetal y de vida salvaje que contrasta fuertemente con
la aridez del entorno. El área inundable más cercana a Zaragoza fue
colonizada, Fuentes de Ebro Viejo (ver mapas en mi primer post) se considera hoy parte del centro
urbano (como els Tres Turons lo son de Barcelona), pero en 1991 se
declararó reserva natural a los galachos que flanquean la ciudad.
Estoy hablando de la llamada Reserva Natural Dirigida de los Sotos y
Galachos del Ebro.
Desde entonces se vienen realizando
actuaciones mínimas de domesticación de esos parajes, pero tratando de mantener el hábitat inalterado. Dejando de lado la gran
diversidad de fauna y flora (que ya está en la wikipedia), lo
interesante es el paralelismo en las intervenciones, por ejemplo en
el galacho de Juslibol, hay un camino mínimo para el acceso, un
centro de interpretación con información para visitas guiadas, un
comedor al aire libre, casetas para la observación de las aves y la
fauna en general, señalizaciones y placas informativas... Todo ello
complementado con servicios de mantenimiento y jardinería, y
actividades de repoblación con voluntariado. Este galacho es el más
reciente, ya que fue creado por una riada en los años 60, antes por
ahí pasaba el río, ahora hay acuíferos. El galacho de la Alfranca
es mucho mayor y más antigüo, pero al estar más alejado no está
tan bien equipado, aunque se realizan el mismo tipo de actuaciones.
Todo esto se vino haciendo muy poco a
poco hasta el año 2008. En ese año Zaragoza fue la sede de una expo
internacional dedicada al agua, y entre otras cosas se invirtió
mucho en revitalizar y comunicar las distintas partes de la reserva
natural. En el meandro de Ranillas se transformó el uso agrícola en
un gran parque (el mayor de la ciudad) alternativo en su concepción.
Básicamente es una secuencia de los distintos entornos naturales que
se pueden encontrar en la zona, recorrido por una red de caminos,
canales y acequias, y rodeado por el entorno ribereño salvaje
preexistente. Este parque se ha convertido en el centro de un sistema
lineal de espacios verdes que desde los galachos de Juslibol
atraviesa la ciudad de este a oeste, por la orilla del río pasando
incluso bajo los puentes, conectando con distintos parques
preexistentes y buscando llegar hasta el galacho de la Alfranca
(objetivo sin cumplir por falta de presupuesto, pero que sigue en
marcha).
En definitiva entornos naturales que se
incorporan a la ciudad sin perder su esencia a través de actuaciones
de paisajismo.