Máquina del tiempo, ON. Sí, sí, sí nos encontramos en el casco antiguo, conocido como la Vieille Ville, al que llegamos a través de calles con una fuerte pendiente y empedradas. Sólo peatones, no hay tráfico rodado… Como si aún toda la vida de esta zona girara entre sus murallas. Y muy bien sin saber porqué siempre acabas en Place du Bourg-de-Four, en una de las muchas sillas que los numerosos cafés sacan para activar sus vidas a través de las terrazas que giran entorno a una fuente del siglo XVIII… No importe que época del año sea, invierno o verano… Siempre habrá gente en sus terrazas.
Los ginebrinos, o mejor dicho.. Todo hijo de
vecino que viva (por razones siempre laborales) en Ginebra, la llamará la plaza
de La Clémence. Es uno de esos casos
en que el café se ha apoderado del nombre de la plaza.. Quizás merecido por su
incondicional chocolat chaud, copa de
vino y música en directo de fondo
Ya en tiempos remotos, era considerado cómo centro
de toda actividad. Plaza conservada des del Imperio Romano en el que era un
hogar de un foro romano, más tarde cumplió la función de mercado de ganado y ya
en la época medieval se convirtió en la plaza del pueblo, donde en en uno de
sus edificios, concretamente el Palacio de Justicia, albergaron a exiliados
protestantes en el siglo XVI.
Resulta inevitable recurrir a nuestra tocaya Ciutat Vella,
aunque Ginebra ya fue una población en época celta. Posteriormente, tiene como
Barcelona, esa época romana en la que Ginebra se convirtió en un eje de
trasbordo.