Colombia tiene más de tres cuartas partes de su
población viviendo en ciudades y entre el 20 y el 30% vive en asentamientos
precarios. Además es, juntamente con Brasil, el país de Latinoamérica con el
índice de desigualdades e inseguridad más grande.
La ciudad de Medellín,
después de unas décadas de aislamiento e involución caracterizadas por altos
índices de inseguridad, violencia y segregación social, ha venido
experimentando en la última década un proceso de renacimiento urbanístico que
tuvo comienzo bajo el liderazgo del Alcalde Sergio Fajardo y que se conoce con
el nombre de Urbanismo Social. Entre los pilares de dicho proceso están los
Proyectos Urbanos Integrales (PUI), estrategias de intervención física en los
sectores informales de la ciudad que buscan colmar la enorme deuda social que
la ciudad formal ha venido acumulando durante años de olvido. El objetivo de
este artículo es describir las características de dichas intervenciones
analizando en detalle su proyecto piloto, el Proyecto Urbano Integral de la
Nororiental, ubicado en unas de las áreas con los índices más bajos de calidad
de vida de la ciudad.
El proceso de informalización, entendido como la
formación de barrios precarios, ha venido caracterizando la historia de
Medellín a lo largo de todo el siglo pasado como consecuencia de las crecientes
migraciones hacia la ciudad, las cuales representan una constante a lo largo de
gran parte del siglo XX. Estas últimas tienen su origen a finales del siglo XIX
por el efecto catalizador del proceso de industrialización en curso en el valle
de Aburrá, el cual dinamizó de manera irreversible su desarrollo urbano,
haciendo de Medellín el principal polo económico de la región.
Los efectos de este aumento demográfico se
empiezan a percibir a principios del siglo pasado, debido a un considerable
aumento en la demanda de vivienda. Esta resulta principalmente asociada a la
producción de residencia obrera, como consecuencia de la gran cantidad de mano
de obra requerida por el sector industrial emergente.
Con el liderazgo del alcalde Sergio Fajardo, la
ciudad, en el 2004, decide apostar por una política pública enfocada a reducir
las profundas deudas sociales acumuladas durante décadas, así como los
problemas de violencia. De esta manera se implementaron, de forma decidida,
transformaciones estructurales que combinaron integralmente programas de
educación, cultura y emprendimiento con el “cambio de piel” de algunos de los
barrios localizados en las zonas más críticas de la ciudad. La estrategia se
define a partir de una idea, “Medellín la más educada”, que para la
transformación de las “comunas” toma el Urbanismo Informalidad y Urbanismo
Social en Medellín Social, con los Proyectos Urbanos Integrales, como una de
las herramientas estratégicas de cambio. Para esto se aplicaron en los
territorios seleccionados el mejor conocimiento técnico y la mejor calidad en
los diseños.
La implementación del sistema de transporte por
cable y sus nuevas estaciones, fueron la base esencial en la definición de la
estrategia territorial. El PUI se apoyó y potenció la ubicación de las
estaciones, con el objetivo de complementar y ampliar el impacto generado por
el Metrocable. Se implementó un proceso de consolidación barrial que permitiera
estructurar y ordenar el territorio (y no solamente mejorar su accesibilidad) a
través de obras y proyectos de carácter público como equipamientos
comunitarios, parques, calles, paseos y puentes peatonales para conectar los barrios, entre otros.
El PUI nororiental se enfocó en la dotación y mejoramiento de la
infraestructura pública como motor de la transformación social, apuntándole a
las áreas densamente pobladas que se formaron en los años cincuenta, en su
mayoría a través de procesos de urbanización ilegal y de invasión.
Desde la fase de diagnóstico y planificación,
hasta la fase de ejecución, se invitó a la comunidad a participar activamente
en el proceso, acompañando los equipos técnicos, a los trabajadores sociales y
a los comunicadores en la realización de sus tareas. Debido a la amplitud del territorio
se conformaron comités de escala barrial agrupados en las áreas de influencia
de cada estación del Metrocable: Andalucía, Popular y Santo Domingo. Estos no
estaban necesariamente ligados a las Juntas de Acción Comunitaria (JAC) para
prevenir posibles influencias políticas y ampliar el nivel de participación. El
resultado fue, por ejemplo, la conformación de los Talleres de Imaginarios, donde la comunidad
participaba directamente en la definición y en el diseño de los proyectos. Los
talleres tuvieron el mérito de fomentar el liderazgo, elevando el espíritu de
pertenencia y el nivel de compromiso de la comunidad hacia el barrio.
Para concluir, es claro que, no obstante todo lo
hecho, todavía falta mucho por recorrer. Las comunas de Medellín están lejos de
ser el hábitat ideal que sus habitantes desean y merecen: la desigualdad, la
falta de oportunidades, la degradación del medio ambiente físico y natural, así
como la inseguridad y la violencia siguen siendo los comunes denominadores que
las caracterizan. Los proyectos descritos se deben considerar como una
primera, importante semilla en el proceso de integración física y social entre
la ciudad informal y la convencional, proceso que representa uno de los
principales retos que tienen Medellín y las demás ciudades de Colombia en la
búsqueda de un país más equitativo.