La
Avenida Paral·lel vivió su época de esplendor entre 1894 y 1939. Fue la morada para industria del espectáculo. Un público variado, pero sobretodo popular lo adoptó como su nuevo hogar convirtiendo la avenida en el eje de nocturno y bohemio de Barcelona.
Por
aquel entonces Sant Cugat del Vallés contaba también con su propio punto de
encuentro para la cultura: La Unión Santcugatenca. El proyecto surge en 1883 para dar escenario a todo tiempo de eventos
culturales. Actualmente, sigue dando batalla con una programación ecléctica (el teatro de texto, café teatro, magia, música, etc.)
Sin
embargo, la ambiciosa ciudad de Vallès quería más. En 1993 se decide encargarles a los arquitectos Ramón Artigues y Ramón Sanabria
un teatro-auditorio ya que la sala teatro de La Unión Santcugatenca con aforo
para 400 personas le quedaba chica a esta ciudad que quería no sólo disfrutar
de una rica y variada oferta cultural, sino también convertirse en un referente
cultural más allá de los límites de la comarca.
El Teatre-Auditori agrupa escuela de música, biblioteca, cinemas y auditorio. De esta manera se amplía el repertorio para dar cabida a otras manifestaciones artísticas propias de nuestro siglo. Se ofrece la posibilidad de disfrutar de artistas de renombre, pero también uno puede ir un jueves cualquiera a deleitarse con una copa de vino escuchando un poco de jazz para acabar viendo una película de cine de autor.
Estos espacios son un punto de encuentro para los santcugatencos, en torno a ellos se sitúan bares y restaurantes. No tendrán probablemente la importancia que tuvo en su momento la
Avenida Paral·lel, porque nos encontramos en las afueras de Barcelona pero también probablemente porque la cultura popular del siglo XXI es muy
distinta a la de entonces. Puede que la cultura actual esté más interesada en encontrarse en algún centro comercial o simplemente de manera virtual, por meros mensajes por chat.


