PORTO |
-"Calzate unos buenos zapatos". Éste sería un buen consejo para darle a alguien que pisa Porto por primera vez.
Y es que si existe un elemento que caracteriza la imagen de la ciudad éste es la topografía.
Estrechas y empinadas calles tratan de fijarse al suelo como buenamente pueden, configurando una estructura de viario ajerárquica y de crecimiento totalmente ácrata.
Las diferentes ruas se entrecruzan las unas con las otras, dibujando el mapa del caos dónde el angulo recto por definición desaparece.
Las edificaciones también participan de esta amalgama de desorden unitario. Casas verdes, azules, rojas... con ropa amarillenta tendida de las ventanas.
Ahora bien, todas ellas dialogan en la cubierta, dónde des del puente de Joao IV, los tejados a dos aguas dibujan una postal a base de ocres y marrones.
Azulejos de mil-y-un motivos; estrellas, soles o áncoras que saludan a los barcos que navegan por la desembocadura del Douro.
Unas embarcaciones que hoy en día ya no cargan bacalao, sino turistas ryanair, todos a punto para inmortalizar el viejo pescador sentado a la orilla de la Ribeira. De él, proviene el apodo de tripeiros, de él y de tantos otros habitantes de Porto conocedores de la verdadera esencia del pescado, allí dónde se encuentran todas las verdades. En las entrañas, en las tripas, probablemente como en la mayor parte de ciudades.